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miércoles, mayo 16, 2012

Las dos mujeres que me habitan

En mi alma se debaten dos personas, tan distintas, que a veces me parece tan difícil contenerlas… por un lado está la capitalista, la profesional, la que sueña con estudiar y ser exitosa, la que quiere crecer, la independiente; pero por el otro está la romántica, la enamorada, la bohemia, la lectora, la escritora, la socialista, la que no comparte con la desigualdad, la luchadora, la subversiva, la amante, la sensual… Cuál de las dos quiero ser y cómo manejar ese híbrido es lo que no sé.


Soy una mujer de clase media-baja, con estudios en periodismo que alguna vez quiso ser poeta, que le encanta escribir y comunicarse, vivo en una casa buena para el entorno que habito, y a una cuadra de mi casa hay tugurios, gente tan pobre que conmueven mi corazón, pero no hago nada. Me da rabia con el estado que lo haya abandonado, que los haya dejado a la deriva y que cuenten con tan pocas oportunidades, respiramos el mismo aire, tomamos el mismo bus, pero en el fondo ¡somos tan distintos!

Trabajo en una empresa privado con vocación social, en una alianza con lo público y en un espacio también público, en una construcción moderna con acceso a las tecnologías y a la cultura, al cine, al teatro, a la música, al arte en todas sus expresiones … y a tres cuadras también hay tugurios, la gente me mira con cara de “usted puede hacer algo por mi” pero el nulo poder que tengo es simplemente alcanzarle un libro.

Odio la inequidad, la desigualdad, veo a la mujer que entra a mi oficina con su ropa raída y un bebe en brazos y me pregunto ¿no se supone que somos iguales? Mientras yo sueño con una especialización, con conseguir más dinero para atiborrar cosas que de sobra sé que no necesito, ella ahí tan sumisa, tan vulnerable, solo espera un subsidio del estado para poder darle a su pequeña una bebida caliente esta noche, y como siempre el subsidio no está o se demora.

Pero sin vergüenza me hago la de la vista gorda y pienso a donde será mi próximo viaje en la nueva aerolínea low cost de Colombia que aparece en la prensa todos los días.

En el fondo me gusta la literatura guerrillera, me gusta leer a Gioconda Belli, a Laura Restrepo y a Isabel Allende, mujeres como yo, latinas como yo, habitantes de países convulsionados por la guerra y la desigualdad como yo, pero que tienen la fuerza, la rebeldía y las ganas que a mí me faltan. Quisiera como ellas cambiar el mundo, entender mi entorno y trabajar para mejorar la vida de mi país, pero no tengo las fuerzas. Fui educada para otras cosas, para triunfar, para acumular diplomas e intentar ganar dinero.

Quisiera tener en mis manos el poder para decirle a la señora que salió de mi oficina con las manos vacías que hay una manera de cambiar las cosas, que podemos sublevarnos, que podemos dejar de cargar con el pasado que atormenta a los habitantes de la comuna 13, lugar donde trabajo, que podemos formar una historia lejos de las operaciones Mariscal y Orión, que cargan con su historia y con sus muertos, y que tal vez algún día después de nuestra revolución tendrá garantizado para siempre la bebida de su niña. Pero temo equivocarme, como pasó en los países de mis autoras favoritas, la desigualdad ronda a Latinoamérica, y me atrevería a decir que al mundo entero, porque los ejemplos de comunismo y socialismo tampoco se han configurado en la salida que yo sueño.

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