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miércoles, septiembre 05, 2007

REPERTORIO DE OLVIDOS.

MEMORIA II
A la memoria de Jhon Jairo Flórez,
Para que permanezca enterrado en el exilio del olvido…


Como dijo alguna vez Manuel Mejía Vallejo, en una edición ya gastada de no recuerdo que libro, “uno se muere cuando lo olvidan” y que ahora después de tres años usted se acuerde de mi, es una proeza.

Casi mil cien días de olvidos, de recuerdos, de campañas políticas, de poesía frustrada, de negociación al conflicto, de secuestros masivos, de tsunamis y terremotos, de amores de verano, de compromisos, de besos robados y negados, de rencores y rencillas, de reconciliaciones… y el mundo siguió girando como Galileo lo pronosticó por mucho tiempo… hasta que al fin, señor, se acuerda de mi…

Tres años después poco recordaba ya su mirada cuando una tarde de sábado recibí una de esas llamadas cartas electrónicas en mi bandeja de entrada, con un nombre tan familiar y tan lejano… no niego que el corazón intentó paralizarse, los sentidos se alteraron y de lejos reconocí aquel tono directo con el que siempre me trataba.

Un “DIOS TE BENDIGA”, en mayúscula sostenida, anunciaba la certeza de un olvido imposible, un deseo que hubiera valido un poco más tres años atrás cuando por poco me moría, cuando aún creía en la posibilidad de que ese ser por lo menos existiera…

Ahora ya era tarde para deseos infructuosos que lo único que provocaban era lástima… mmm, pretender creer que ese Dios que se ensañó conmigo después de tantos noches de desvelo se preocupara por perdonarme y bendecirme…

De mi no quedaba más que la expresión aturdida en la mirada, unas cuantas carcajadas y el tono simple para decir siempre la verdad… De eso de lo que usted, señor, se “enamoró” no queda más que el recuerdo casi siempre enterrado de la sonrisa, de las manías, de la inocencia que me quitó y que la vida nunca más supo devolverme.

Ya después del tiempo, cuando creía que había madurado y que el pasado era solo asunto del pasado, cuando tenía garantizado que la vida no me pasaría la cuenta de cobro tan temprano, se aparece de la nada cuando ya era materia olvidada…

Había intentado mil veces no parecerme a la niña descuidada que no encontraba mas refugio que a través de su mirada, dejar de andar por ahí repartiendo mi inocencia mientras otros disfrutaban la experiencia, dejar de esperar a la salida del colegio para que usted, señor, le cantara al oído sus mentiras… ¿para qué?... si usted, señor, aparece sin permiso ni vergüenza…

Y no niego fui feliz mientras su ausencia, su abandono… conocí otros corazones, unos claros, otros turbios, me encontré con otros ojos, otros labios, otras bocas, otros cuerpos… bebí de otras copas, de otras mieles… soñé con otros amaneceres… conocí hombres y mujeres que llenaron de amor cada día… me entregué a otros deseos y placeres… amé, no se lo niego, señor, ame de verdad, con sinceridad, a veces de manera pasional, racional, egoísta, mentirosa, sincera, despistada, mañosa, inocente, irrespetuosa, de las mil formas que quiera describirlas y en ningunos otros ojos me imaginé los suyos…

Ahora después de tanto tiempo me alegra saber que respira, que su corazón late y que se mueve, que cada día se despierta, que trabaja, que recibe sus correos, que no esta ausente de la vida, que sus besos fueron comprados en la feria mas barata del destino y que su vida es menos sencilla que cuando la felicidad atropellaba a la mía…

Señor, no le niego que su recuerdo habita en la trastienda del olvido, que era mucho mas fácil para mi olvidar con otros besos, y que ya lo había logrado, que nunca se pasaba por mi mente, que había hecho del tiempo y el olvido mis mejores aliados. Que hoy prefiero mil veces perderme en una mirada inocente, menos agrietada que la suya, en unos ojos perfectos y en una tierna sonrisa, así mi boca nunca pruebe esos labios, que besar los suyos otro millón de veces…

Algún día despistadamente le dije que el destino se basa en las elecciones, usted hizo las suyas… y yo hice las mías… y ellas nos distanciaron, lo mejor que conocí separó nuestros destinos que nunca mas se volverán a reunir, porque el olvido como el amor llega sin pensarlo y sin quererlo…

Casi me muero, lo juro, cuando te vi darme la espalda para besar otros labios, y me quedé tan sola, sin saber que hacer con el cementerio de sueños que dejabas en mi activo de vida…

Y si, ya no recuerdo, señor, lo felices que fuimos, para no tener que recordar que esos besos fueron empañados con lágrimas tantas veces… Y si, le deseo la suerte que en realidad no se merece, y que tal vez sigue buscando en esos besos baratos en los que le advertí hace tres años que no la iba a encontrar… y si, señor, le deseo el olvido del que a veces carecemos, para que su alma, y tal vez la mía, puedan descansar en paz algún día…